Esta semana escuchamos una palabra muy buena. Comenzamos leyendo del libro de Mateo; específicamente los capítulos 5 al 7. Y este mensaje es uno en el que he estado meditando unas semanas: Identidad. Cuando Jesús murió, no solamente murió para perdonar nuestros pecados, sino que también para darnos una nueva identidad. Cuando caminamos en este mundo, y vivimos en él, el mundo nos define; el enemigo nos define. Este mundo y el enemigo nos definen como una enfermedad, una adicción, un pecado; lo que sea que destruye tu alma el enemigo lo usara en nuestra contra para mantenernos sometidos a la opresión de esa identidad falsa. Sin embargo, Jesús vino a destrozar esa falsa identidad e identificarnos como sus hijos(as), hijos(as) de Dios.
En mateo 5:2-11 Jesús nos dice que somos bienaventurados, pero las razones por las cuales somos bendecidos no parecen ser bendiciones si no inconveniencias, pero aun así somos bendecidos, y somos bendecidos en abundancia porque Dios no nos define por lo que nos hace débiles, si no como Sus hijos que lo adoran y quienes creen en El.
En Mateo 6:9-13 Jesús nos da el Padre Nuestro, La oración milenaria en la cual pedimos a Dios que perdone nuestros pecados porque ese perdón es la manera de nosotros reclamar esa identidad que Dios nos da.
Por último, en Mateo 7:1-5 Jesús no dice que no juzguemos. Pienso que la razón es porque al juzgar a otros damos camino a la falsa identidad que el mundo nos da. Que enfatizamos los defectos y los errores que Dios quiere borrar. ¿Pero por qué necesitamos una nueva identidad? Porque cuando crecemos en Cristo crecemos como seres nuevos, almas nuevas, y para eso necesitamos vasos vacíos.